Para mí, Lázaro es un regalo
En 2015 perdí mi trabajo y, por problemas administrativos, no pude cobrar el subsidio (RSA). Muy pronto me encontré en la calle. Fue mi amigo Fredo, con quien estuve un año viviendo bajo un puente, quien me habló de Lázaro. Me hice amigo de Domitille y Timothée, los responsables de la casa de Nantes, ayudándoles en una mudanza. Después empecé a ir a menudo a las Comidas de la Amistad.
Más tarde, Loïc me propuso ser voluntario en Hiver Solidaire el pasado invierno. Allí conocí a Maximilien, director de varias tiendas de la región, que había donado todas las decoraciones de Navidad para la cena de Nochebuena. Le dije que si alguna vez necesitaba ayuda con un inventario, yo estaba disponible.
Cuando terminó Hiver Solidaire caí en una depresión de dos meses. Un día Loïc me encontró en la calle, físicamente destrozado. Gracias a él retomé contacto con Lázaro y regularicé mi situación para volver a cobrar el RSA a finales de agosto. Al principio miraba los restaurantes desde fuera, pero no me atrevía a entrar: pensaba que me echarían. Era como estar en un pasillo del que no me atrevía a salir. Hasta que un día recordé que llevaba el RSA en el bolsillo y me regalé una comida en un restaurante por primera vez en mucho tiempo.
Ahora voy a tener un trabajo gracias a Maximilien y hoy mismo me instalo en Lázaro.
La vida siempre vuelve a empezar… y yo, a mis 52 años, vuelvo a renacer. Para mí, Lázaro es un regalo, casi una última misión: seré acogido y también acogeré. Voy a poder descansar y tomar tiempo para mí. Hoy es el primer día de mi novena vida.
