Imagina pasar 54 días en medio del Atlántico, sin nada más que un barquito (sin vela ni motor), cuatro amigos y un remo en cada mano. Ni WiFi, ni duchas, ni siquiera una sombrita para esconderte del sol abrasador. Solo el horizonte infinito, el sonido de las olas y la certeza de que, si dejas de remar, no avanzas.
Esa ha sido la aventura de los Rowing Stones, cuatro amigos que han cruzado el Atlántico a remo, desde Gran Canaria hasta Barbados, con un objetivo mucho más grande que desafiar sus propios límites: dar visibilidad a los hogares Lázaro y recordarnos que la vida, como el remo, se navega mejor en compañía.
Un desafío de locos, pero con sentido
Partieron el 8 de diciembre desde el Puerto de Mogán, arropados por compañeros de los hogares Lázaro de España, Francia y Bélgica. Sabían que les esperaba un viaje extremo, pero también que cada brazada podía inspirar a otros a construir puentes donde antes solo había distancia.
El Atlántico, generoso como es, les regaló de todo: vientos en contra, noches de insomnio, agotamiento absoluto… pero también cielos estrellados como nunca antes habían visto, encuentros con delfines y hasta un velero amigo que, en pleno océano, les regaló pan recién horneado. Porque si hay algo que esta travesía ha dejado claro es que nadie llega lejos sin la ayuda de los demás.

Las cifras de una locura atlántica
⏳ 53 días remando sin ver tierra
🌊 5.061,5 km recorridos a puro esfuerzo
🤾 5.000.000 de brazadas (aproximadamente, porque contar no era su prioridad)
🍽️ 1.100 comidas liofilizadas (y ninguna con estrella Michelin)
🏏 20 kilos perdidos por Juan Dumont de Chassart
Y antes de lanzarse al Atlántico, también vivieron una aventura en tierra firme: pasaron una semana en la nueva casa de Lázaro en Lorient, luego estuvieron en el village de salida del Vendée Globe y finalmente antes de salir desde Puerto de Mogán, algunos compis de Lázaro España se unieron a despedirlos en Canarias.


Más que una travesía, una lección de vida
Durante más de 1.300 horas de remo, los Rowing Stones han sido el vivo reflejo de que la verdadera fortaleza está en remar juntos, en compartir el esfuerzo y en no dejar a nadie atrás.
Según ellos, se preguntaban a veces que no sabían si le recomendarían esto a sus amigos o a sus enemigos (la duda es comprensible), lo cierto es que este viaje ha sido mucho más que un reto deportivo: ha sido un testimonio de compañerismo, resistencia y esperanza.
Ahora, al tocar tierra firme en Barbados, exhaustos pero transformados, nos recuerdan lo mismo que vivimos en cada hogar Lázaro: cuando remamos juntos, no hay océano lo suficientemente grande que no podamos cruzar.
Gracias, Rowing Stones, por esta travesía de esfuerzo, inspiración y muchísima sal en la cara.