
Un hogar real, en todos los sentidos
En Lázaro compartimos casa, compartimos mesa… y también compartimos vacaciones.
Porque si vivimos juntos todo el año, ¿cómo no íbamos a escaparnos juntos unos días?
Este mayo, el hogar Lázaro de Madrid al completo se fue de viaje. Mochilas al hombro, bocatas preparados y muchas ganas de compartir. ¿El destino? Villa Astrida, una casa frente al mar en Granada que no es una casa cualquiera: allí vivió y murió el rey Balduino de Bélgica.
Sí, sí, un rey de verdad. Pero también un rey de corazón. Porque Balduino no vivió esa casa como un palacio, sino como un hogar: sencillo, acogedor, abierto. Un lugar de descanso, de oración y de fraternidad.
Y por unos días, nosotros también fuimos parte de esa historia.
Villa Astrida: un lugar para hacer una pausa
Ubicada en Motril, Villa Astrida fue durante años la residencia veraniega del rey Balduino y la reina Fabiola. Allí, lejos de las cámaras, vivían su fe con naturalidad, rezaban con los vecinos, y abrían las puertas a amigos y desconocidos. Esto nos suena un poquito a lo que se vive en Lázaro ¿no creéis?.
En 1993, Balduino falleció en esa misma casa. Pero su presencia aún se siente: hay algo especial en esas paredes, en su pequeña capilla, en los amaneceres que se ven desde el balcón. Un algo que habla de sencillez, de entrega y de amor verdadero.
La realeza, allí, no era cuestión de títulos, sino de corazón.
Donde vivió un rey… sigue reinando la amistad
Durante cuatro días, transformamos una casa real en un hogar real.
Compartimos lo de siempre —vida, risas, silencios, oración, canciones, tareas— pero en otro entorno. Y eso lo hizo aún más intenso.
Hubo espacio para todo:
- Caminatas al amanecer, con cuestas que despertaban cuerpo y espíritu.
- Juegos, canciones, bailes y sobremesas, en las que nos conocimos más y mejor.
- Oración en comunidad, con el Mediterráneo como telón de fondo.
- Recordar y conocer al rey Balduino, no por su corona, sino por su vida entregada.
En Lázaro creemos que un hogar no se mide por sus metros cuadrados, sino por la vida que se vive dentro.
Y estos días en Villa Astrida fueron una evidencia más de que la vida compartida es lo mejor.
Nos fuimos unos días… y volvimos más familia.
Gracias, Balduino.
Gracias, Granada.