En Lázaro he bailado como nunca en la vida
Tuve una infancia difícil debido a los problemas de alcoholismo de mis padres. Para mi no existió una juventud intermedia, por así decirlo. Pasé directamente de la niñez a la adultez, lidiando con problemas de maltrato en casa y otras situaciones.
Había algo que pese a todo me mantenía, y es que siempre estuve en grupos juveniles, como los juniors en Valencia. Participé en acampadas, y aunque empecé como niño, llegué a ser monitor.
Antes de caer en la situación de calle, trabajaba como técnico sociosanitario, cuidando a personas mayores a domicilio o en centros residenciales.
Viví en la calle por intervalos y, durante el COVID, pasé una semana completa sin tener dónde ir. Finalmente, la policía me informó sobre la apertura de la Fira de Barcelona, y aunque al principio no había sitio, milagrosamente encontré una cama disponible.
Lo más difícil de esa época fue la soledad y la preocupación por no tener ingresos. Empecé a recibir la renta garantida en Orde la Vila, una ayuda esencial que me ha permitido subsistir.
Sentí que me abrían las puertas al cielo
Conocí a Lázaro a través de los servicios sociales cuando estaba en Orde la Vila. Al principio no estaba muy convencido, pero después de conocer a los compañeros de piso, sentí que se me abrían las puertas al cielo.
Mi experiencia en la calle me hizo tocar fondo, pero gracias a las personas que se acercaron a mi en este camino, he ido mejorando poco a poco. En Lázaro, he encontrado una comunidad que me ha apoyado mucho. Participo en actividades como la decoración con flores para alegrar el comedor y disfruto de la compañía de mis compañeros, quienes tienen edades muy distintas.
Lázaro ha significado mucho para mí. Aquí he encontrado un contacto humano que antes no tenía. Las reuniones y el apoyo mutuo me han ayudado a superar momentos difíciles y a celebrar las alegrías de los demás.
Una anécdota especial en Lázaro para mi fue durante un encuentro de todos los hogares de Francia, Bélgica, Suiza y España. La gente estaba muy animada y se formó una conga gigante. Aquello fue fabuloso, una gran anécdota. No había bailado nunca tanto como en aquellos días. De alguna manera, el baile no solo era movimiento, sino una expresión de libertad y alegría compartida, un respiro en medio de tantas dificultades.
Mis planes de futuro incluyen ahorrar para alquilar un estudio y llevar una vida tranquila, enfocada en la espiritualidad y el trabajo. La moraleja de mi historia es que uno puede encontrar paz y armonía con uno mismo, pero solo si coparte con los demás. Estoy agradecido por la oportunidad de estar en Lázaro y continuar creciendo con mis compañeros de piso.